18/2/24

Guillermo Brown

  LA INFANCIA RECUPERADA. Fernando Savater. Ed. Taurus, 1976.

Capítulo IV. El Triunfo de los Proscritos


“Basta con haberle conocido a tiempo, cuando teníamos esos once años incoruptibles que él eterniza, para conservarle siempre sentado en la alfombra del alma, jugando con su escopeta de corchos o chupando pensativo una enorme barra de regaliz” …; pues ante todo Guillermo es la esperanza misma de que nunca nos faltará ánimo para salir del hoyo, el nombre del ímpetu que libera de lo irremediable, la voz del clarín que nos reclama para la liza y nos convoca a la victoria. Extra Guillermo nulla salus: tal es la divisa de quienes juramos por el único anarquista triunfante que los tiempos han consentido, el capitán indiscutible de los proscritos.

(…)

No deja de asombrar la facilidad con la que uno se introducía en las circunstancias vitales de Guillermo que, a fin de cuentas, eran francamente distintas a las de un niño español de mi generación.

El mundo afelpado y verde de una pequeña ciudad inglesa, más pueblerina que urbana, con sus «cottages», su vicario y señora, sus enredos de peniques, guineas y medias coronas, sus invernaderos, sus absurdos tés benéficos, todas las constantes referencias a una historia y una cultura extrañas, el aire antañón de los por otro lado excelentes dibujos de Thomas Henry, cada una de estas cosas y su conjunto debieran habernos distanciado soberanamente de las peripecias de Guillermo, (…), el mérito básico que justificaba su excepcionalidad, era ser, indudablemente, como uno de nosotros.”

(pp. 63-65)


"En el discurso de Guillermo conviven dos fuerzas que habitualmente suelen ser malas compañeras, pero que en este caso específico se potencian: la fantasía y la lógica. Guillermo es un soñador riguroso y coherente, cuya inquietable imaginación extrae buena parte de su poderío de la estricta vertebración de su forma de discurrir. Nada hay en él de blandengue, de flojamente gratuito… Se trata de poner la fantasía en marcha: para Guillermo, en lugar de ser el sueño un refugio para huir de la práctica, es precisamente en esta última donde la capacidad soñadora encuentra manifestación y ejercicio.

(…)

La vida de Guillermo transcurre en dos ámbitos que se contraponen casi punto por punto bajo todo ángulo de enfoque: por un lado, su familia y, enfrente, los proscritos. 

(…)

Los proscritos son la libertad en compañia. Tienen mucho de fratría de cazadores nómadas y bastante de tripulación de bucaneros. Guillermo es el jefe por los mismos motivos por los que Akela llegó a capitanear la manada de los lobos en la que creció Mowgli: corre siempre en cabeza, salta más alto que ninguno y tiene mejor olfato para las pistas que llevan a la presa. (...). A los proscritos hay que conquistarlos todos los días: exigen así un esfuerzo permanente de su capitán, a cambio del cual le brindan su lealtad incondicional una entrega personal que va más allá de lo exigido por el simple deber.  (…) 

¿Os revelaré, finalmente, el secreto de la andadura victoriosa de Guillermo? Aquí está. En cada caso, en todo momento, Guillermo es capaz de adoptar el punto de vista del héroe. La leyenda que incesantemente cuenta, a los suyos y a sí mismo, está narrada desde el punto más alto, desde la cima triunfal, en la que todo adquiere enérgico sentido, incluso —principalmente la derrota.

 (pp. 66-72)